A veces no sabemos cómo hemos descubierto una maravilla. Casi siempre fue de casualidad.
Me pasó la semana pasada con este muchacho llamado Alan Ritchson.
Resulta que descubro a un modelo con una mirada serena y cautivadora, unos labios nítidamente dibujados y una nariz casi perfecta... O sin casi.
El alegre hoyito de la barbilla y la mandíbula firme le dan una expresión tan dulce como absolutamente varonil.
Pero bajo un cuello recio aparece un cuerpo escultural. Y si encima está dentro de unos diminutos calzoncillos... para qué contar.

Un cuerpo escultural. Escultural de escultura. Sin la exageración de músculos trabajados hedónicamente en un gimnasio y absolutamente alejado de cualquier flacidez que haga dudar de su virilidad. O, mejor dicho, de su varonilidad. Y todo eso a pesar de su juventud. Alan nació en el 82.

Resulta que este muchacho se presentó a un concurso de la televisión estadounidense en la que, según parece, buscaban ídolos: American Idol. No ganó el concurso pero sí un papel en una serie de televisión, Smallville, haciendo de Aquaman. No me hagan mucho caso si alguno de estos datos no es correcto.
El caso es que sin saber (yo) muy bien por qué, este muchacho se convierte en modelo de calzoncillos. Muy modernos, muy de diseño, más grandes o más pequeños, calzoncillos a fin de cuentas.
Se nota que el chico no usa esos diminutos tangas. La marca en su piel lo delata. Él es más de bañador tipo boxer pero corto y ajustado. El tanga le queda bien porque marca estilo, porque la distancia que separa su ombligo de su sexo es un gozoso camino de pasión, insuperable. Y porque, además, ha tenido el detalle de afeitarse el vello púbico. No depilárselo, no, sin afeitárselo.

Pero sólo se afeita el vello que dejaría escapar tan escuetas vestimentas, por llamarlas de alguna manera. La parte de sus glúteos que dejan entrever sus pretendidamente eróticos calzoncillos, carnes menos firmes que sus pectorales, nos hacen pensar que este muchacho trabaja mucho lo que él ve (lo que él se ve) y olvida un poquito lo que el resto de mortales vemos. O, dicho de otra manera, a sus glúteos se les percibe mucha menos atención personal que a sus pectorales y abdominales. Y, en un cuerpo escultural, todo es necesario. E imprescindible. Que se lo pregunten al David de Miguel Ángel.
Pero hay algo todavía más importante para quienes hemos descubierto esta visión gozosa de los sentidos: su sonrisa.

De todas las imágenes que hemos podido ver de nuestro ya querido Alan, en pocas sonríe. ¡Pero qué sonrisa! Su belleza queda multiplicada por cien.

La imagen en la que está enfundado en unos calzoncillos amarillos marcando paquete es extraordinaria.
También lo hemos visto sonreir en el programa de American Idol que YouTube nos ofrece tan gentilmente.

Pero en ese programa tiene una cara de torta tan norteamericana que aleja cualquier sentimiento pasional. Y eso que hay momentos que incluso nos lo comeríamos. Sin embargo, su aspecto de paleto granjero que conoce y reconoce su atractivo físico (hasta el punto de que nos hace olvidar lo mal que canta) no nos terminaría de convencer.
Después debieron ficharlo para hacer de Aquaman. Y ahí hay momentos en los que está con un aspecto de bobito de gimnasio y otros en los que recobra el dulce encanto que nos embelesó.

Finalmente queremos señalar que son pocas las imágenes en las que vemos a Alan de espaldas. Tiene una espalda pecosa y, nos da la impresión, de que su trasero no tiene la fortaleza y el poderío que sus perctorales y abdominales.

¿Tendremos algún día la suerte de poder contemplar su trasero?

Tiene un disco publicado. Y no está mal. Aunque es mejor escucharlo mirando sus fotos.

Seguiremos hablando de este muchacho.
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